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«La fuerza que tenga un gigante sobre nuestras vidas es la que nosotros le proporcionamos, y el tamaño de ese gigante está en la cercanía que tenemos de él». 

Cuantas veces nos hemos encontrado luchando muchos años de nuestras vidas con un gigante que tiene dominio sobre nosotros, un gigante que literalmente se establece en lo más profundo de tu ser, para robarte cada aliento de existencia.  Para cada persona es una experiencia diferente,  es un gigante diferente.

Nos vamos desvaneciendo en la vida, y no enfrentamos eso que nos detiene.  Decidimos vivir llevando esa carga tan pesada sobre nuestros hombros y pagar el precio de la desolación, la depresión y finalmente el precio de irte apagando de manera silenciosa.

¿Por qué lo hacemos? Puede ser por desconocimiento de cómo enfrentar la situación, por temor a lastimar a un ser amado,  puede ser el temor a salir lastimados, el temor a ser juzgados, señalados o ser vulnerables.  Cual sea la razón que tengas te invito a reflexionar sobre la posibilidad de dar ese paso de fe,  y finalmente enfrentar tu miedos y quitarle el poder que tienen sobre ti.

Nuestras relaciones más cercanas se ven afectadas grandemente,  cuando de manera consciente o inconsciente nos permitimos ser dominados por nuestros temores, cuando preferimos vivir vidas paralelas entre lo que somos y nuestras luchas.  De una manera tan silenciosa ese gigante empieza adentrarse en más áreas de nuestras vidas con el objetivo de hacernos renunciar.

Dios te va capacitando en medio de toda circunstancia, en medio de todo dolor y te va empujando hasta el punto en donde debes elegir un solo camino,  colocar todo en sus manos y confiar en que él tiene todo poder para librarte de esa atadura,  o sigues enfrentando el gigante en tus propias fuerzas.

Les cuento que tuve la oportunidad de sentarme a conversar con madre sobre diversos temas que habían elevado un muro en medio de nosotros,  y que no nos permitía realmente relacionarnos de una mejor manera. Conversamos sobre tantas cosas, y tuve la oportunidad de mostrarle la ecuación completa, hasta ese momento ella solo tenía una parte de mí.  Pude entender que ella vivió todos estos años preguntándose en qué momento todo había cambiado.

Dibujando una línea hacia el pasado, pude ver como el plan de Dios se fue ejecutando para un propósito eterno.  En medio de toda situación siempre estuvo en control.

Al final de la conversación vi que el gigante ya no era tan gigante, que ya no tenía poder sobe mí,  y que el enfrentarlo te abre posibilidades no imaginables para relacionarte de manera diferente con todo tu entorno. El dolor y la angustia desaparecen, y aprendes que tu historia puede servir de aliento para otro ser humano y que merece ser compartida.  No somos seres independientes,  Dios nos creó con diferentes necesidades precisamente para ser dependientes.

Si hoy estas en medio de una lucha, en medio de una resistencia, te invito a solo enfrentarla.  Al final no tienes nada que perder, pero si mucho por ganar y descubrir.  No lo intentes solo hazlo,  y experimenta la sensación de ver ese dolor desaparecer, y de respirar nuevamente.

Si el gigante es familiar, sentimental, de identidad o de conflictos, no importa da ese paso de fe, será como ver un avión alejarse,  cada vez lo veras más pequeño.

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2 comentarios

  1. Hermosa reflexión, atravesar nuestros miedos es la única forma de liberarnos de todo aquello que nos ata y no nos deja ser plenos para cumplir con nuestros objetivos y honrar la vida.

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